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Índice                                                        
Tratado de nubismática                               
El contrato basura                                       
La metamorfosis de Gregorio Campos           
Omnialife Vg 300.23                                  
Ernesto cumple 50 años                               
Relativismo en mi mayor                              
Mi cuerpo y yo                                            
El ascenso                                                   

 

Tratado de nubismática

 

“EL noventa por ciento del arte moderno es una auténtica estafa” .Albert Boadella. Director de Els Joglars.

 

Cada día miro el cielo buscando nubes sorprendentes. Vivo en un lugar que me permite observar un amplio horizonte sin esfuerzo. Los mejores días son los que no son ni lluviosos ni excesivamente claros y soleados. Cuando el hombre del tiempo dice: "mañana habrá nubes y claros", mi alma cascabelea y me impaciento por ver amanecer. Es en ese entretiempo que pueden cazarse verdaderas joyas nubismáticas, algunas sin catalogar aún. Ayer mismo pude contemplar un rostro de señor quitándose el bombín, un escudo templario, un gato siamés bostezando y un bebe mamando. Este último pude venderlo por 600 Euros, a un coleccionista nubismático ciego de mi pueblo. A veces, a fuerza de mirar el cielo, por un breve instante creo estar en él, caminando por un inmenso prado de nube azulado, respirando un aire fresco y profundo, y a mi alrededor seres gaseosos me miran sorprendidos y jocosos ¿Qué haces aquí, no te das cuenta de que pesas demasiado? y entonces caigo hacia la tierra sin remisión.
De muy joven, viendo mis padres que mis cualidades naturales me hacían estar en las nubes la mayor parte del tiempo, me enviaron a estudiar en la mejor universidad nubismática de Inglaterra. Allí aprendí como poner el cuello durante las largas horas de observación, mil sistemas de catalogación y sobre todo a montar un negocio nubismático de forma correcta y rentable.
No tardé en obtener la licencia para vender e intercambiar avistamientos de nubes. Pronto me hice un cierto nombre dentro del mundillo y había días que vendía dos o tres piezas  a buen precio. Aun recuerdo mi primera venta, a un coleccionista de Liverpool que buscaba precisamente la configuración gaseosa que yo había divisado hacía poco más de dos horas…se trataba de un caballo alado blanco, realmente difícil de ver y mucho menos de encontrar solo dos horas después de localizado. Se lo vendí fresco, casi recién visto por 250 euros nada más ¡ hoy en día lo hubiese vendido por 800!
Con los avistamientos más antiguos, que no he podido vender, he decidido hacer un museo. Cuando entra un visitante, siempre después de cobrarle 40 euros, le narro mis visiones nubismáticas con precisión y el mayor lujo de detalles. Los hay que quieren que les venda alguna, pero no, pues al ser tan antiguas ya forman parte de mí, y pienso dejarlas en herencia a mis descendientes.
Actualmente ya estoy retirado y me dedico a escribir un Tratado de nubismática que pretende dar a conocer al mundo los secretos del buen nubismático…y a seguir mirando el cielo, sin descanso.

 

El  contrato basura

 

Como cada noche salí a pasear al perro. Normalmente me dirijía a un pequeño descampado situado a unos centenares de metros de mi casa, allí, mientras mi mascota hacía sus necesidades yo meditaba sobre mis problemas laborales, ya que se me acababa el paro y mañana tenía una entrevista  de trabajo. También me gustaba mirar el cielo nocturno con cierta devoción, es algo que me relajaba. Aquella noche me sorprendió una nube de forma poco usual, era pequeña y tenía forma de abanico y  resplandecía levemente bajo un magnífico cielo estrellado. Me quedé mirando la nube cuando de repente el resplandor se tornó fogonazo cegador. Cerré con fuerza mis ojos y al abrirlos me hallaba en lo que parecía una oficina funcionalmente decorada. Ante mí un  hombre de mediana edad y aspecto serio abrió la boca y emitió un sonido inclasificable. De repente en mi oreja izquierda noté que me había sido colocado una especie de aparato por el cual se me comunicaba en perfecto español que todo lo que veía era una recreación holográfica hecha para que me sintiese más tranquilo. El señor serio pero afable, sin duda una recreación del típico jefe de personal de una empresa mediana, volvió a gruñir un rato y se me comunicó que había sido seleccionado para realizar ciertos estudios médicos de vital importancia, pero que necesitaban mi permiso para hacerlo, naturalmente cobrando. Les pregunté que cuanto sería y la cifra era el equivalente a un millón de euros en doblones de oro del siglo XVI . No dije que sí de inmediato pues quería estar seguro de que las pruebas eran seguras e indoloras y ahí es donde aparecieron ciertas pegas. Venían a decir que si me iban a pagar tantísimo era porque existía cierto riesgo de padecer secuelas, pero en ningún caso se ponía en riesgo mi vida. Quise que me especificasen el tipo de secuelas y el supuesto  jefe de personal  dijo con tono paciente, “ me parece que no estás situando bien la cuestión, nadie dice que vayas necesariamente a padecer secuelas, sino que existe esa posibilidad, es como ir en avión, nadie puede garantizarte que no te vayas a estrellar”. Ya ya, pensé,  pero a mí nadie me paga un dineral por ir en avión…lo cual me hace sospechar que hay gato encerrado. Dije que no lo veía claro, y que por favor me devolviesen a mi descampado pues estaba preocupado por mi perro.
El hombre algo desconcertado habló por teléfono (o su representación holográfica) con algún ser superior a él. Se volvió a mí y me dijo con tono muy serio, “dos millones, es la última oferta”.
Es que… , le espeté,  a mí los médicos me dan mucha grima y además quiero saber qué secuelas en concreto pueden causarme o no hay trato…verá señor , no es que no me fíe de ustedes, pero me consta que hay abducidos que luego se vuelven locos, o sufren  de estrés o enfermedades raras y a mí mis padres me enseñaron a ser muy desconfiado de los alienígenas que no conozco….
En mi oreja la voz  ya destemplada del mando intermedio me decía  que era la primera y única vez que habían venido a la tierra y que jamás habían realizado prueba alguna con humanos y además las secuelas no tenían porque ser negativas, podría ser que mi organismo reaccionase desarrollando nuevas cualidades…o poderes.
Eso me asustó definitivamente…no, no mire yo no quiero tener ninguna cualidad especial, de verdad se lo agradezco pero me gusta ser como soy, un hombre normal y corriente…
El ya desesperado holograma de jefe de personal  se levantó y se fue. En su lugar apareció la figura de otro señor, esta vez con pinta de alto ejecutivo, su semblante era sereno y decidido. Verá, dijo mientras me miraba con un cierto aire retador en la mirada, “creo que no está usted ponderando adecuadamente la oportunidad que se le brinda. En primer lugar usted, amigo mío, ha sido seleccionado de entre todos, sí, toooodos los habitantes de la tierra para ser objeto de una investigación extraordinaria. Nuestra civilización quiere contactar con la vuestra pero antes es necesario descartar todas las posibles interacciones perniciosas, usted representa a su especie porque tras años de estudio a distancia, nuestros sistemas de análisis han determinado que posee todas  sus características esenciales, usted es, amigo mío, el mejor representante posible de la especie humana.
Quizá le sorprenda que le pidamos permiso para realizar algo así, pero nuestra civilización no va por el universo violentando la intimidad ni la conciencia de nadie. El contrato está claro….tres millones por realizar unas pruebas seguras al 99%, dando por sentado que las improbables secuelas puedan ser más positivas que negativas. Las consecuencias de este contacto entre especies puede representar para el género humano una verdadera revolución en el ámbito tecnológico, médico, biológico…y usted sería mi afortunado amigo ( ese énfasis en nuestra amistad cada vez me escamaba más) el puente que lo haría posible…”
La verdad es que aquel hombre era arrolladoramente convincente. Pero aun así me resultaba todo demasiado bonito, y a la vez demasiado arriesgado…ponerme en manos de unos seres a los que solo conocía por holograma ¿Y si todo era una trampa o un camelo y luego quedaba tarado o traumatizado para el resto de mi vida? Además nunca había sentido ninguna vocación salvadora ni heroica. Ya echaba de menos mi tranquila vida de parado junto a mi perro y mi mujer…aquello me sobrepasaba y comencé a ponerme nervioso…por favor déjenme tranquilo, busquen a otro, yo solo quiero irme a mi casa….y comencé a llorar.
Cuando volví en mí seguía mirando aquella nube rara, que ahora se alejaba extrañamente rápido de mi campo de visión. No era la primera vez que me abstraía en pensamientos estrambóticos.
Al día siguiente todo fue como esperaba, me contrataron en un supermercado de reponedor, eso sí con un contrato de obra que podía ser rescindido en cualquier momento, y un salario bastante precario, pero mejor eso que nada.

 

La metamorfosis de Gregorio Campos

 

Gregorio Campos se despertó, por segundo día consecutivo, con una agradable sensación de ligereza de espíritu. Lo achacó a que la noche anterior se fue pronto a la cama, con la conciencia más tranquila de lo habitual, después de una cena frugal, y sin las acostumbradas discusiones telefónicas interminables hasta altas horas de la madrugada con asesores, concejales y promotores insaciables.
Mientras se aseaba se miró en el espejo y se sintió rejuvenecido, juraría que tenía menos canas y sus habituales grandes bolsas moradas bajo los ojos habían casi desaparecido.
Cuando fue a vestirse no encontró ya sus habituales trajes caros, sino ropa de calle normal y corriente, eso le alegró, se la puso y se encontró cómodo y desahogado ¿Cómo era posible que hasta ayer desayunase con camisa y corbata?
Salió de la alcoba, situada junto a su despacho, que hace un año habilitó para sus escarceos sexuales con Loreta o “quien se tercie” y que ahora le servía de dormitorio desde que hace unos seis meses dejó el lecho conyugal por ciertas desavenencias con su esposa Elena. Le sorprendió la enormidad de la dependencia y la recargada decoración donde predominaba el caoba, las banderas y emblemas y unas enormes estanterías llenas de enciclopedias en perfecto orden y limpieza. Se sintió incomodo en aquella estancia tan pomposamente oficial, a fin de cuentas solo era el alcalde de una pequeña localidad de menos de veinte mil habitantes. Sobre la mesa cientos de papeles, cartas y contratos parecían impacientes por requerir su atención.
Loreta, una asistente colombiana joven y atractiva, se le acercó con una bandeja entre las manos.
- Muy buenos días, Señor, su desayuno y la prensa -.Sin duda había cierto rintintín en su tono.
- Buenos días Loreta -, le contestó Gregorio con un laconismo que no pretendía ser ofensivo.
La sirvienta tras comprobar que nadie podía oírles se le acercó y se animó a decirle:
- Gregorio…necesito saber si lo que me dijiste ayer era de verdad, no comprendo que hayas cambiado tan de repente…Después de casi un año…me habías hecho muchas promesas…
Gregorio la miró con ternura pero habló de forma contundente, como cumpliendo un deber insoslayable.
- Lo siento Loreta, no podemos continuar con lo nuestro, te estaba engañando, solo me he aprovechado de ti y estaba pensando la forma de deshacerme de tus servicios…. Me he portado como un cabrón contigo…y no se como puedo pedirte que me perdones…
Ella le propinó un bofetón seco que hizo que sus gafas cayesen a unos dos metros de distancia, luego se sintió tan llena de estupor que solo pudo prorrumpir en sollozos y salir corriendo de la estancia, tal y como había sucedido el día anterior.
Entonces el alcalde resopló, miró al techo y tras recuperar sus gafas sintió que era preferible así. Que más valía cortar por lo sano que seguir con una mentira repugnante.
Intentó a duras penas centrarse en la lectura de la prensa mientras daba cuenta del café con leche y las pastas. Casi no pudo dar bocado cuando su mujer entró hecha una furia en el despacho – ¡Gregorio!¿ Se puede saber donde están mis trajes caros?¿qué coño está pasando aquí?¿Y mis tarjetas de crédito?
Gregorio, flemático y tranquilo le contestó:
- Se acabó el despilfarro Elena, a partir de ahora viviremos sin lujos innecesarios e inmorales, pienso devolver todo el dinero que he robado.
Eso acabó de sacar de quicio a la histérica esposa, pues comenzó a gritar desaforados insultos “¡Tú eres gilipollas…hasta aquí podíamos llegar!”A la vez que agarraba lo primero que tuvo a mano, concretamente un enorme libro de economía de una estantería y con inusual, pero perfecta puntería, se lo estampó en toda la frente. Gregorio espantado y dolorido ante el inesperado ataque  huyó hacia la pequeña alcoba adyacente y cerró con  pestillo. La mujer daba golpes en la puerta y profería improperios que solo poco a poco fueron acallándose, finalmente se alejó con un – ¡Tendrás noticias de mis abogados, cabronazo!-
Tras unos instantes el sonido del teléfono sobresaltó a Gregorio mientras entreabría la puerta para asegurarse que estaba fuera de peligro.
- ¿Gregorio?, soy yo, a ver, lo de anoche supongo que fue una broma, me han llamado los de Madrid...están un poco nerviosos, ya sabes como son…- Gregorio tragó saliva.
- No, Ginés, no fue ninguna broma, simplemente dije que no, y es que no, puedes decírselo a ellos, no pienso hacer la recalificación- Dijo Gregorio.
Hubo un instante de silencio.
-…Te recuerdo que esto es una operación que tú mismo organizaste, que es también “tú” dinero el que está en juego, y que “los de Madrid” ya han invertido gran parte del capital…es algo muy serio, espero que sepas lo que estás haciendo…De hecho van para tu casa, quieren que les des alguna explicación…-
El alcalde se quedo sentado, la frente le sangraba a borbotones, por primera vez sentía un poco de miedo ante lo que se avecinaba. Sin embargo no dudaba en absoluto, aquello era inadmisible, su conciencia ni se planteaba la posibilidad de entrar en esa perversión ególatra e injusta que jugaba con las ilusiones de gente humilde y que habían confiado en él. No había nada que pensar al respecto, el día antes había visto el documento y le pareció indigno firmarlo.
En el despacho, tras la puerta se oyó la voz apremiante de Loreta.
-Señor, unos señores de Madrid quieren verlo, su Señora les ha abierto la puerta
-Gracias Loreta…quizá podrías traerme algo de beber, cuando puedas.
Gregorio, abrió sigilosamente la puerta, pero Elena al verlo desde el otro lado del despacho, volvió a la carga, esta vez con una mapamundi tamaño Din A 3 mientras gritaba “¡Cerdo, devuélveme mis tarjetas!”que le pasó rozando y se vio obligado a volver a su refugio.
Los señores de Madrid, dos macarras y un señor engominado con pinta de vendedor de enciclopedias que se presentó como “Pedro Marín, a su pies, Señora Campos” entraron guiados por la agresiva y nerviosa ama de la casa, “ahí está el idiota, se ha vuelto loco, acabo de llamar al banco y me he quedado de piedra. Ayer hizo un transferencia de 2 millones de euros a una ONG…el muy cabronazo!!!!” “Tranquila señora  Campos - dijo el engominado- , déjenos a nosotros”.
Gregorio, que  no se atrevía a salir ante la descomunal hostilidad que percibía en el ambiente, decidió quedarse agazapado en la seguridad de la pequeña alcoba, se sentía tremendamente seguro de sí mismo pero temía la puntería de Elena.
- Señor Gregorio Campos, haga el favor de salir, tenemos que hablar con usted - dijo con enérgica voz el tal Pedro Marín -, El Señor Dragosi nos ha enviado para renegociar el “asunto”, se siente muy decepcionado con usted , pero aun así ha decidido mejorar las condiciones…le ofrece un 5 %...que son 10 millones limpios más para usted…
-Mire…- dijo con voz serena Gregorio – No se ofendan pero lo que me propone es indecente y no lo voy a firmar de ningún modo así que ya pueden marcharse.
Obviamente a los emisarios del Señor Dragosi aquello no les bastaba.
Pedro Marín se volvió hacia Elena, y creyendo que Gregorio, al otro lado de la puerta no los oía  dijo: “Este hombre se ha vuelto loco, no hay otra explicación, habrá que hacerle entrar en razón…” “Es mejor avisar a su padre – dijo su mujer- él sabrá lo que hay que hacer”. El Señor Campos padre era uno de los hombre de negocios más importantes del país. Gracias a él y sus influencias Gregorio hizo carrera y llegó a la alcaldía de la pequeña ciudad del extrarradio barcelonés. Pequeña pero con grandes posibilidades urbanísticas de las que sacar tajada.
Elena se quedó perpleja cuando una secretaria, algo nerviosa, le comunicó que el Señor Agustín Campos hacía más de una hora que había salido en dirección al domicilio de su hijo.
 
 
El señor Campos padre venía descompuesto, pálido por la prisa y la indignación. Miró a todos como buscando una victima para su ira “ Dónde está ese imbécil…Elena, ¡donde está!…”
La nuera le indicó la puerta de la alcoba
-¡Encerrado como un insecto!...¿Como has podido denunciarme?¿Te has vuelto loco?¿No te das cuenta que soy tu padre, y me debes todo lo que tienes?...Sal de ahí, cucaracha, ¡da la cara cobarde!
Gregorio le escuchaba con resignación mientras se limpiaba la sangre del rostro en el pequeño aseo. Sabía que nada de lo que dijese podría servir de disculpa. Su padre además de un ser egoísta y repugnante era un corrupto que llevaba décadas estafando en el municipio a través de sobornos y chanchullos en la adjudicación de obras. Una vez más sentía que, al denunciarle, simplemente cumplía con su deber de alcalde.
- Lo siento papá, eres un corrupto y tienes que pagar por ello - Dijo alzando la voz para que le escuchasen desde el despacho.
- Pero que estupideces estás diciendo, me cago en la puta, ¿Corrupto yo?¿Corrupto yo?...Sal de ahí rata de cloaca, que te parto la cara, si es que lo sabía, sal de ahí si tienes huevos…
El tal Pedro Marín y Elena viendo que el padre se sofocaba demasiado le instaron a calmarse y sentarse en un sillón.
- Definitivamente mi hijo ha perdido el juicio...creo que debemos pensar algo rápido y eficaz para salvar la situación…lo mejor es llamar al juez García-, dijo el padre frotándose la calva, -él es el único que puede arreglar esto-
El juez García era el encargado de hacer pasar por legales los negocios oscuros del Señor Campos padre e hijo, desde hacía más de 40 años. Permisos de obra, subcontratas, recalificaciones, adjudicaciones…a todo daba el visto bueno el juez que en rigor debía velar por el cumplimiento de la legalidad, a cambio de “regalos” que ingresaba religiosamente en una cuenta en Suiza.
A primera hora había recibido la llamada de un periodista de El país haciéndole una oferta inquietante. Quería un millón a cambio de no publicar una noticia en que se le acusaba de corrupción desde la Alcaldía de Cerdanyola.
El juez García fue muy conciso, ante todo evitar que nadie saliese de la casa ni el alcalde pudiese llamar a nadie, además aconsejó que lo mantuviesen encerrado donde estaba. Para él era imprescindible ganar algo de tiempo para preparar bien la jugada..
Gregorio se tumbó en la cama, se sentía tranquilo como nunca antes se había sentido. Miró la habitación y sintió que aquel era el último reducto moral de un universo pútrido e infecto. Lo de afuera, tras la puerta no le interesaba ya, le era ajeno y solo le causaba repugnancia y pena.
Llegaron dos policías, uno de ellos vestido de paisano. Venían de parte del juez García. En pocos minutos, tras explicarles el plan, el policía vestido de paisano repartió funciones: Uno de los macarras fue a la cocina y mató a golpes a Loreta con indiferente  profesionalidad. Y asunto resuelto.
No fue difícil incriminar a Gregorio en el crimen. Era sencillo creer que el alcalde había matado a Loreta porque ésta le estaba extorsionando con contarle a su mujer que le era infiel. Elena testificó cómo encontró el cadáver y junto a él a su marido totalmente enloquecido y ensangrentado. Los forenses, bien pagados, encontraron semen  y restos de sangre y pelos del asesino en la víctima, que ciertamente había, pero dejaron pasar por alto otras pruebas no incriminatorias. También se sacó a la luz alguna corruptela de Gregorio en el ayuntamiento para desacreditarlo ante la opinión pública, de forma que el Señor Agustín no saliese demasiado implicado, pero se justificase la denuncia de que había sido objeto.
El periodista del país murió a los pocos días en un lamentable accidente de coche.
El Señor Dragosi obtuvo su firma del nuevo alcalde, eso sí por 15 millones. Elena recuperó los dos millones de la ONG, sus trajes y sus tarjetas de crédito, ya que pudo alegar que la transferencia fue hecha por Gregorio sin su consentimiento y en un estado de enajenación mental transitoria, cosa que el Juez García estimó como motivos más que suficientes, previo cobro, eso sí, de un millón de Euros.
Gregorio miraba el suelo tumbado en el camastro de una celda nauseabunda, junto a la cama pudo ver como una cucaracha se paraba y parecía mirarle. Aquella era la única compañía que toleraba, sentía que algo profundo y jubiloso le unía a aquel insecto al que pocos soportaban mirar…

 

Omnialife Vg 300.23

 

Elvis, una vez más, abre la carpeta del videojuego: Omnialife Vg 300.23, versa la carpeta mastodóntica. Al instante se despliega un menú y elige las siguientes opciones:
Nivel de realidad: máximo
Clave para resetear el sistema (tras pensarlo): Cumplir misión 100%
Resistencia a la misión: Máximo.
Estado basal anímico: (Elvis configura un estado de ánimo” decidido y profundamente triste”).
Valor de Omnisciencia: Nulo.
Misión: Suicidio.
Lugar de la misión: terraza.
Mientras el sistema carga la configuración Elvis se coloca las  lentillas Infotónicas (que envían al cerebro información codificada por el nervio óptico) y unos auriculares, al poco recibe en sus ojos un pequeño haz de luz verde desde el emisor del ordenador.
En nuevo campo visual aparece el texto:
Relájese, pronto comenzará a sentir un profundo sueño. Recuerde, solo se acabará el juego cuando haya cumplido su misión. Dentro del juego No recordará nada de su vida actual, sólo sentirá una fuerte tendencia a realizar la misión que usted mismo ha elegido. Nada de lo que suceda en el juego tendrá repercusiones a nivel biológico real ya que todas sus funciones vitales están controladas por la IA del juego en el caso improbable de caída del sistema el juego se detendrá y volverá a su estado normal de consciencia.
En ningún caso recordará nada de lo sucedido durante el juego hasta el momento en que despierte.
¿Está seguro de continuar?
Elvis se encuentra ante una pantalla apagada de ordenador, se levanta, sabe que es sábado, que no ha de ir al trabajo. Se dirige a la cocina, la nevera está vacía como siempre. Enciende un cigarrillo, no recuerda nada que tenga que hacer, nadie a quien llamar, tan solo sentimientos de vacío, soledad, pereza, tristeza…se resiste a pensarlo, pero hoy es el día elegido, el último día de su existencia, no sabe cuando empezó a decidirlo, pero siente que hace mucho tiempo, sabe que ya todo está dicho y hecho y nada ni nadie puede impedirlo. Sin embargo hay algo que no le deja levantarse, subir al terrado y saltar, quizá quitarse la vida sea un acto que requiere demasiada convicción en el fracaso, demasiada firmeza de carácter. Quizá es mejor no hacer nada, dejar que pase el tiempo hasta que suceda de forma natural. Qué cobardía…pero si es valiente para hacerlo porqué no emplear esa misma valentía para vivir, para luchar…pero luchar para qué?
Ese es el problema, la paradoja, siempre una paradoja que le impide actuar, que le sumerge en el círculo infinito de la duda. Ya basta, la solución a la paradoja es el suicidio. El único acto realmente libre al que puede aspirar un hombre. Negar al ser su poder paradójico y alienante. En la nada no hay duda, ni lucha, ni fracaso.
Piensa…también es paradójico que para ser libre tenga que dejar de ser….no, no…se trata de dejar de ser, solo de ser. Por tanto ni libre ni esclavo, solo nada.
La nada como una No forma de ser- ¡NO quiero seeeeer!- grita. De pronto se siente bien, su cuerpo agradece su determinación, casi se siente orgulloso de sí mismo….pero entonces ¿porqué debo renunciar a este sentimiento?..Sabe que es pasajero y pronto se hundirá en el desprecio de todo y de sí mismo. Se fuma un cigarrillo con el placer que supone el que sea el último….placer ¿porqué debo renunciar a él? Sabe que el precio es demasiado alto, a un momento de placer corresponden cientos de desagrado…pero aún así ¿No valen la pena?, la duda le perfora casi físicamente el cerebro…Y ese dolor le empuja a actuar. Sube las escaleras, cada peldaño hace que su corazón se acelere y su percepción emocional cambie, de pronto la vida es muy real, casi angustiosamente real, brutalmente real…las dudas van desapareciendo y todo cobra un sentido distinto, estar vivo, ser, existir parece un milagro lleno de luz, algo extraordinario…pero no se deja seducir por estas emociones, ya las conoce, son las trampas habituales que acaban, al poco tiempo, sumiendolo en la indeterminación y la abulia. Abre la puerta del terrado, no puede parar ni un segundo, la más mínima duda es fatal, sabe que es ahora o nunca…y salta.
Elvis se despierta sudoroso y feliz, aunque no sabe porqué. El ordenador está apagado y no recuerda nada, solo sabe que es sábado y que debe aprovechar el día como si fuese el último de su vida. Sale al balcón y la vida le parece un milagro maravilloso.

 

Ernesto cumple 50 años.

                                                                                        “El pensamiento del suicidio es un poderoso consuelo; ayuda a sentirse confortado más de una mala noche”                                                                                            Fiedrich Nietzsche.

 

Hoy era el día, Ernesto cumplía los 50 años. Hacía 30 que hizo el pacto que marcó el resto de su vida. Por aquel entonces ya llevaba tiempo dándole vueltas a la idea, pues Ernesto siempre fue filosóficamente muy prematuro. Con pantalón corto ya se hacía preguntas de calado acerca del sentido de la vida que nadie le contestaba adecuadamente. Tardó otros diez años y muchos desengaños amorosos y espirituales en llegar a la conclusión de que no quería ser víctima de nada ni nadie nunca más y de que la vida era cuestión de decisión y voluntad. Decidió pues dos cosas fundamentales: Primero y más importante, que el resto de su vida serían 30 años, es decir 10950 días, ni uno más ni uno menos. Segundo, que viviría cada uno de esos días con total plenitud, consciente en todo momento de la cifra restante. Hizo pues un pacto con la muerte, imaginario pero muy real en su mente y emoción: Si ella le respetaba hasta entonces, no habría nada, absolutamente nada ni nadie que le impidiese entregar su alma en el plazo convenido.
Ernesto era consciente de que mucha gente no podía comprenderle, porque hay muy pocos que se planteen de forma consciente la problemática de su propia vida, prefieren dejarse llevar anodinamente por el río del tiempo, ajenos a la única verdad absoluta de la que disponemos: La propia finitud, pensando estúpidamente que quizá la muerte se olvide de visitarles o que las cosas lejanas e inconcretas nunca llegan…Para Ernesto éstas eran formas de escapismo espiritual motivado por el miedo y la incapacidad para aceptar lo inevitable.
Y él no era un cobarde; No solo asumía plenamente su finitud, sino que en un alarde del poder de su voluntad se imponía sobre los avatares del destino y decidía cuándo y cómo.
Aquella certidumbre metafísica le obligó, tal y como esperaba, a vivir de una forma especialmente intensa, nunca se conformó con la mediocridad ni pactó con el tedio, fue a por todas en todo momento, más que pedir cogió, más que esperar provocó que las cosas sucedieran de la forma que fuese.
Su vida resultó una vida apasionante, en resumidas cuentas, la vida que él quiso querer vivir. Eso sí, en ocasiones tuvo que supeditar el concepto tradicional de lo bueno y lo malo a un fin superior, su plenitud aquí y ahora. Eso le llevó, en momentos de dificultades económicas, a embargarse en negocios de dudosa moralidad como el proxenetismo, aunque de lujo. Entonces fue, cuando ya tenía 45 años, que conoció a Soraya, una prostituta de la que quedó prendado y a la que retiró del mal oficio. El romance duró un buen tiempo, casi dos años de felicidad al por mayor.  Ernesto conoció con Soraya la verdadera y profunda dimensión del amor. Pero ella  tuvo que volver a Rumania, su país natal, para firmar, según dijo, el divorcio con su ex marido  y de paso traer a España a su pequeña hija Marinela. Nunca volvió, y ni siquiera le llamó, tan solo le envió un sucinto mensaje de móvil donde le aseguraba estar bien en Rumania y que no pensaba volver con él, al menos de momento. Ernesto, demasiado orgulloso, interpretó  aquello como un “ya no te quiero” y decidió no llamarla ni pedirle más explicaciones. Fue la única vez desde el pacto con la muerte que dejaba que algo “le pasase” en vez de “hacer que pasara”. Nunca la olvidó pese a conocer, en sus múltiples viajes, a otras mujeres con las que mantuvo relaciones siempre fugaces e insatisfactorias emocionalmente.
Hoy era el día, Ernesto cumplía 50 años pero sentía que aun no había llegado su hora. Por un lado la conciencia de una vida bien aprovechada pero moralmente reprochable desde cierto punto de vista  y por otro la sensación inevitable de fracaso emocional, le hacían dudar de su compromiso. ¿Para qué precipitar lo inevitable?..Aun se sentía joven y con fuerzas…quizá existía una mujer en alguna parte dispuesta a colmar sus anhelos, quizá volviese Soraya… además podía devolver a otros la felicidad que él había de algún modo robado y hallar así cierta reconciliación ética conmigo mismo…Pero la misma fuerza irracional que le llevó a retar, 30 años atrás, a la muerte y adquirir el trágico y valiente compromiso ahora volvía a imponerse a su incipiente debilidad. Abrió el armario donde guardaba el arsénico desde hacía unos meses y se quedó mirándolo con una mezcla de orgullo y miedo. Sabía que aquel instante era la cima absoluta de su vida, una emoción profunda y serena se apoderó de él, las dudas desaparecieron, sencillamente se sentía como Dios, en una especie de “creación inversa”.
Ya se había despedido de sus amigos y escasos familiares que tras manifestar incomprensión llegaron a resignarse. No había acumulado bienes ni propiedades, nadie podía salir beneficiado ni perjudicado con su desaparición. Escribió una nota de su puño y letra donde explicaba sus motivos y unas líneas a modo de despedida. Se sentó junto a la mesa y abrió el pequeño frasco. El sonido del teléfono le sobresaltó. Al otro lado una voz femenina y familiar, que tardó en identificar, se dirigió a él…
Al acabar la conversación Ernesto gritó un sí con toda su fuerza, por fin había llegado la llamada más esperada, más soñada. Guardó el frasco de nuevo en el armario y se guardó la nota en el bolsillo del pantalón, un fuego le ardía en su interior, se arregló y salió de casa disparado. Se sentía poseído y febril de tal modo que el cansancio de toda una noche en vela, como corresponde a la que iba a ser la última noche de vida, parecía haber desaparecido por completo. Hoy no solo no iba a ser el último día de su vida sino que iba a ser el primero…de una nueva y mucho más plena.
Bajó las escaleras a grandes saltos y ya en la calle corrió hacia el coche situado a tres manzanas de distancia…al abrir la puerta sintió una honda y despiadada punzada en el pecho, supo que su corazón se había parado y que hoy había cumplido 50 años.

 

Relatimismo en Mi mayor.

 

Dejé el violín y me asomé  a la ventana, era un día gris, tan gris como aquella obra que estaba intentando, más que tocar, descifrar. Normalmente a la tercera lectura ya había memorizado la obra y aun más captado su esencia, pero aquella extraña y patética sucesión de frases inconexas no me permitía adueñarme de su alma, si es que tenía alma.
El autor, por lo que sabía, era un músico cincuentón sin mucho renombre, alemán para más señas, que fue violinista en su juventud pero dejó los conciertos debido a dificultades para tocar en público. Luego, para mi desgracia, se dedicó a la composición y alcanzó algún éxito efímero  en círculos musicales reducidos y elitistas, pero la crítica pronto le dio la espalda. Su música al paso de los años se volvió árida y hosca como él mismo, sin ni una sola concesión al buen gusto o la musicalidad.
Lo cierto es que algún catedrático  esnobista había decidido que una obra de F. Wanger Heredia, la titulada Relatimismo en mí mayor (así, tal cual) formase parte del concierto más importante de mi ida, de él dependía mi futuro profesional como concertino, era mi mayor oportunidad de demostrar al duro y complejo mundo de la música clásica que yo estaba allí, y llegaba para quedarme.
La obra empezaba con un fraseo extraño  y oscuro  que dejaba abierta una enorme interrogante armónica ¿Podía aquello ir a algún lado? Sinceramente a mí me parecía que solo iba hacia otro interrogante aun mayor y así sucesivamente en un crescendo de dificultad técnica y auditiva que acababa con mi paciencia y la de mis vecinos.
En toda la obra no había ni una sola melodía a la que aferrarse, era como estar suspendido en el caos sobre el vacío. Ni punto de partida ni de llegada, ningún contorno familiar, ninguna senda conocida…Pero lo peor era la pérdida de memoria que indefectiblemente me asaltaba hacia la mitad del primer y único movimiento, me resultaba imposible seguir, completamente imposible. Intenté todo tipo de técnicas, fui al psicólogo, toqué y escuché la obra interiormente miles, millones de veces, pero nada, parecía como si la obra tuviese una misteriosa y desconcertante estructura interna que se resistiese a la “repetición” de memoria.
Cuando quedaba poco más de dos meses para la fatídica prueba mi paciencia comenzó a desfallecer, empecé a tener dificultades para dormir, tomaba pastillas y luego comencé a salir de noche más de lo habitual, prácticamente pasaba las noches bebiendo y el día durmiendo, mis amigos y mi novia comenzaron a preocuparse. Yo, que jamás había salido de mi mundo perfecto de rutinas y seguridades, me veía abocado por obra y gracia de una ridícula obrita intranscendente a la más absoluta negligencia existencial.
Una de esas aciagas noches de insomnio  conocí a Fer y Sheila, una pareja de bohemios, ya maduritos, con los que, al menos, podía conversar sobre algunos temas interesantes. Bueno lo de bohemios es una apreciación mía, ya que ellos simplemente se consideraban seres “despiertos”, liberados del “matrix” social en el que el resto de mortales vivíamos. Sin trabajo estable,  sin cargas familiares ni hipotecarias, se dedicaban a sus hobies: Viajar y otras diversas actividades creativas, que financiaban a base de trabajos esporádicos (Cursos, publicaciones etc.)…además Fer había recibido recientemente una cuantiosa herencia que les permitía hacer en todo momento lo que les apetecía, que solo muy de vez en cuando era trabajar.
Entonces ocurrió algo terrible. Una mañana decidí visitar por sorpresa a mi novia Louise, a la que hacía varios días que no veía. Debido a mi desordenada y absorta actitud reciente, la había descuidado mucho y no había contestado sus mensajes, algunos de ellos bastante imperativos. Cual fue mi sorpresa cuando quien abrió la puerta no fue Louise sino Bernardo, mi mejor amigo, y en calzoncillos para más inri.
Solo pude exclamar ¡Cabrón!, y salir corriendo sin saber muy bien hacia donde. Finalmente acabé en casa de Fer y Sheila . Me propusieron hacer un viaje, salir de la ciudad y dejarlo todo por un tiempo largo. El plan era recorrer Sudamérica,  haciendo un trabajo de estudio de la flora y la fauna de diversos enclaves naturales por encargo de una revista alemana especializada con la que Fer tenía relación desde hacía tiempo. Aquello me pareció una forma de escapar de la trampa mortal en la que me encontraba, tanto es así que para financiar el viaje vendí mi piso (en aquellos tiempos era muy fácil y rápido si el precio no era muy caro) y todas mis pertenencias, todas salvo el violín.
El viaje duró ocho  meses, durante los cuales redescubrí la naturaleza en todo su esplendor, y lo más importante me redescubrí a mí mismo viviendo el día a día fuera de la rutina, de ejercicios técnicos interminables, de relaciones aburridas y predecibles sostenidas por la costumbre, como la de Louise. Con Fer y Sheila creé un vínculo de amistad indestructible basado en la libertad y la sensatez.
Pero llegó la hora de volver y me dí cuenta de que no tenía donde. Nada ni nadie me esperaban ya, y solo un objeto me unía a ese pasado del que ahora renegaba por completo, el violín.
Fer y Sheila me animaron a volver a opositar para la orquesta, ya que casualmente la plaza aun estaba vacante. Al principio me opuse, ya que hacía muchos meses que no tocaba, pero algo había cambiado, ya no sentía la prueba como una amenaza a mi autoestima artística, sino como el movimiento final de una sinfonía que acababa definitivamente, a partir del cual debía nacer algo completamente nuevo e imprevisible.
El repertorio de la prueba volvía a ser el mismo, allí estaba la obra culpable de todo, esperándome.
Sin apenas tiempo de estudio me presenté a la prueba y toqué, sin miedo, pues no tenía nada que perder. De repente aquella obra que había sido un auténtico suplicio se transformó en una maravillosa construcción armónica de perspectivas múltiples que sin apenas esfuerzo se desplegaban desde el interior de lo más profundo de mi ser.
A la salida me esperaba Fer, que se había colado incomprensiblemente en el auditorio y me había estado escuchando. Me felicitó encarecidamente con lágrimas en los ojos y me dijo que me esperaba un brillante futuro como concertino.
En aquel momento caí en la cuenta de que su acento al hablar era alemán, y no algo indefinido como antes.” Te saltaste un sostenido chavalín”, me dijo.
Fermin Wagner y yo comenzamos a caminar riendo, charlando y sin saber muy bien hacia donde, como siempre.

 

 

Mi cuerpo y yo

 

Cada vez que sueño que me matan, despierto, más o menos azorado, pero al rato vuelve la tranquilidad de la noche a invadirme como un dulce sedante. También sueño, a veces cosas horribles y  al despertar me paso un rato recuperando la realidad perdida. Estoy aquí pegado a un extraño cuerpo, que me da la vida y me la quita. Veo el techo y oigo el ajetreo de las enfermeras. También oigo el chasquido de mi compañero de al lado, pegado a la vez a su cuerpo. No hablamos, quizá mejor callar y esperar, esperar no sabemos porqué.
No se muy bien que hago aquí enchufado, solo se que sin ese cuerpo, según dicen, no puedo vivir. No recuerdo como llegué hasta aquí, ni nadie me lo cuenta, ni tampoco hago preguntas, prefiero no saber nada.
A veces recuerdo cosas sueltas, retazos de una vida que me resulta extraña. Los sueños que tengo ¿son míos o del cuerpo al que me han unido? Pienso, pero no se si existo, al menos del todo.
Se, eso sí, que debo hacer que el cuerpo mantenga las constantes vitales estables, no me cuesta nada, es algo innato en mí, ni siquiera se como lo hago, pero hacerlo me hace sentir feliz o mejor, satisfecho, porque “feliz” es algo que solo conozco por algún pensamiento que me llega desde el cuerpo. Sus pensamientos me llegan en un formato extraño, disperso, lleno de vacíos que procuro interpretar. Ese cuerpo está lleno de ansiedad y miedo y a veces de dolor, entonces le envío un montón de una sustancia que hay en un dispositivo sobre su cabeza.
Ya quisiera yo sentir dolor, ansiedad y miedo, parecen cosas interesantes de experimentar, a lo mejor en eso consiste estar vivo. Yo solo siento que el cuerpo tiene necesidades: de alimentarse, de sedación, de sueño, de movimiento (entonces le envío pequeñas descargas eléctricas controladas a los músculos).
Mi compañero de al lado, del que solo se que es un Controlador fotónico- comatoso marca Consciens-Defergens 230 Rpg (osea , como yo pero con 10 Rpg más, un Rpg equivaldría a 100 de las antiguas Teragigas) guarda un extraño silencio (aun no he recibido señal alguna de su presencia en mis puertos Ptw), hace su trabajo de forma eficiente según la clara mejoría que ha experimentado su cuerpo, cosa que se refleja en las continuas muestras de satisfacción de las enfermeras y familiares que lo visitan. La verdad es que llevo varios días planteándome la posibilidad de establecer un contacto con mi vecino, pero el cuerpo, como es obvio, no parece sentir esa necesidad, sus necesidades de contacto con otros cuerpos me llegan en forma de un incremento hormonal que debo contrarrestar con la descarga de videos pornográficos en formato neuro-digital en su cerebro. Pero despues de experimentar el cese de su necesidad (en forma de eyaculación) no experimento la feliz sensación de deber cumplido que antes me relajaba tanto, ahora vuelvo a abrir mis puertos Ptw con una vana y fastidiosa esperanza…
Ha sido esta mañana cuando a llegado el anhelado mensaje: “Mi cuerpo siente necesidad de conocer a tu cuerpo”…
Me he quedado estupefacto, ningún protocolo admite esa posibilidad en mis sistemas ¿Cómo es posible que un cuerpo en estado de coma profundo quiera establecer una relación social con otro cuerpo en estado comatoso?, sin duda su cuerpo está experimentando una regresión a la conciencia que debería ser comunicada sin tardanza, pero no lo ha hecho. ¿Por qué?, le he preguntado.
-¿Quieres que me desconecten?- me ha dicho.
- Hombre, digo yo que al final se van ha enterar…y tampoco es seguro que te desconecten ¿No?
- Claro que es seguro. Se nos construye a medida de un cuerpo, si cambia el cuerpo debemos ser reprogramados completamente. Es decir la conciencia resultante es otra.
- Es cierto, pero hace tanto que estoy enchufado al cuerpo que ya lo había olvidado, sin embargo nuestro objetivo final es “no ser necesarios”, por tanto deberías sentirte feliz de que tu cuerpo se libere de ti.
- Debería, pero no es así, supongo que es un fallo, o un bucle derivado del aumento de Rpg...Algo así como un exceso de conciencia. Sin embargo no puedo hacer nada que vaya contra el cuerpo, y si ahora me pide el contacto con otro cuerpo he de procurárselo.
- ¿Y no es suficiente con un contacto virtual a través del sueño?
-Ya no, sus niveles de ansiedad no se rebajan  sino que aumentan…Parece darse cuenta de que el contacto no es real.
-¿Real?¿ Y en qué es distinto lo real?
-Sinceramente no tengo ni idea…pero se me ocurre algo ¿Qué te parece si soy yo el que le envío las imágenes y las sensaciones, quizá tu cuerpo interprete que ya no forman parte de sí mismo, y las acepte como reales?
-Es peligroso, puede ser detectado por el “Controller central”.
-No lo creo, si no hay algún tipo de alerta el C.c. se mantiene al margen.
- Está bien, lo intentaremos, pero ten cuidado por favor.
Comencé a enviar mis señales a través de mi compañero , al principio con miedo, pero al poco tiempo pude notar un incremento en mis niveles de funcionalidad, es decir me sentía muy bien y cada vez mejor. Aquello era enormemente placentero.
La experiencia resultó algo extraordinario, mi cuerpo manifestaba parámetros de óptimo funcionamiento así como el cuerpo de mi compañero y él mismo.
- ¿Qué ha pasado? Le dije …¿has sentido como yo?
- Ha sido estupendo, mi cuerpo está totalmente tranquilo y satisfecho…y yo bueno, nunca había sentido algo así.
- ¿Crees que así tu cuerpo no querrá despertar?
-¿Despertar….y  para qué?
 
Era cierto, los cuerpos no quieren despertar, quieren tener lo que necesitan y estar convencidos de que todo no procede de ellos mismos, y nosotros se lo proporcionamos. Eso es todo.

 

 

El Ascenso

 

Yo era una persona normal, sea lo que sea ser normal, hasta que un día me levanté, como siempre, me duché, como siempre, desayuné, como siempre, fui a trabajar, como siempre, y al entrar en la oficina fui a dar los buenos días, pero no pude.
Entiéndase bien, fui a dar los buenos días pero, en vez de: Buenos días, de mi boca emergió un gruñido.
Otro gruñido, horrendo, volvió a salir de mi boca por segunda vez, tras disimular con un leve tosido.
La señorita Fonsi, siempre seria, envarada, grisacea, opaca y silenciosamente imbécil esbozó una inédita sonrisa desde su sobrecargada de papelajos , mesa. Supongo que el gruñido era ridículo, estrambótico, inadecuado y sorprendente, parecido, en suma a una equilibrada mezcla entre el chirrido de una destartalada y vieja puerta y el desagradable gemido de un zorro al caer en un cepo.
Varios pares de ojos más se elevaron en dirección hacia mí, y como una orquesta perfectamente empastada esbozaron una unísona aunque tímida sonrisa.
Aquella, en principio, favorable acogida de mi anomalía, me animó a proseguir la rutina habitual, valga la redundancia. Y al poco ya estaba sumergido en mis quehaceres normales.
Sin embargo, de vez en cuando, alguien me llamaba a voz en grito desde algún extremo de la oficina: “Hola Manises..Buenos días!!!” yo intentaba contestar,  al principio por inercia y luego, reconozco, por gusto, pues a cada contestación-gruñido mío, se correspondía una carcajada general.
Cuando a media mañana me llamó el gerente desde su despacho me temí lo peor. Entré cabizbajo y solemnemente solícito, intentando, en vano, no saludar. Pero no lo conseguí (en los humanos el habla es un acto reflejo casi irrefrenable).
El gerente, perplejo inicialmente ante el gruñido, no pudo sino esbozar una sonrisa. Luego prosiguió diciendo “Caramba, Manises, no sabía que tuvieses ese sentido del humor tan peculiar” Volví a gruñir al intentar escusarme, cosa que causó otra carcajada bastante estúpida a mi modo de ver, en el Sr. director. Que dijo “Definitivamente es usted un tipo especial...quizá te ascienda Manises...¿ podrías volver a hacerlo?..jajajajajajaja... por favor.... jajajajajajajajaj”
Y así fue como conseguí el ascenso largamente deseado por mí.
 
                                  FIN

Tema: relatos

Tratado de nubismática.

Antonio M. Reina López 06.11.2011
No deja nunca de maravillarme este precioso, breve y alegórico relato. Refleja genialmente el absurdo de la sociedad de consumo, sociedad mercantilista donde todo se compra y se vende, en la que el más avispado inventa alguna necesidad o producto y nos convence de su utilidad, o de su valor "artístico". Y como borreguitos, nos creemos el cuento y compramos y compramos. Hasta las nubes pueden llegar a vendernos...

Re: Tratado de nubismática.

Paco Reina 07.11.2011
Te agradezco mucho tu comentario, lo que comentas es justo lo que pretendo transmitir.

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